Se ha vuelto costumbre ver dignatarios que en su afán comunicacional fruto de la soledad del poder, se dediquen a gobernar a través de pronunciamientos en plataformas digitales.
No cabe duda, a las mayorías del mundo contemporáneo les encanta votar por influenciadores pero esas mismas personas ven aburrido e inconveniente que los gobiernos estén en manos de insaciables parlanchines que cual “lotero”, solitarios, escriben y hablan sin parar de todo y de nada.
Muchos políticos se han visto atraídos, seducidos y hasta enloquecidos por el poder de las redes sociales, están felices con el show y se vuelven amantes de los likes que creen les valida.
Es muy simpático, escriben bonito y gobiernan feo, desconocen la importancia de los canales oficiales y seguros, han dejado de ser institucionales, apelan a la conducta concluyente del ciudadano que muchas veces se distancia del matrimonio entre la intuición y el ego de políticos en la red.
Ojalá entendieran que los únicos que escriben mensajes de madrugada en domingo son los despechados, esos mismos que desesperados en medio del caos del exceso, llaman a pedir perdón, se la pasan dando explicaciones que nadie pide y tienen una necesidad de tribuna constante.
En su afán de hablar mucho, generalmente les recomiendo comprar emisoras o instituciones educativas, tal vez no tengan tantos espectadores como en las redes; pero la coba y adulación que otorga el poder, tal vez sea menos hipócrita en esos espacios.
La interfaz amistosa y sencilla de algunas plataformas les exhita, de lejos mucho más que cumplir juiciosos con formatos y sistemas propios del ejercicio de gobierno, sus opiniones avivan solo el activismo fanático de unos pocos y a los demás nada nos llama la atención de contenidos coloquiales e inútiles.
Por: Freddy Serrano
Estratega Político