El fantasma del ébola reapareció en 2018 en la República Democrática del Congo (RDC), que sufrió dos brotes: uno extinguido en el noroeste, y otro en el noreste, que es ya el más letal de su historia.
Mientras que el primero fue considerado un ejemplo a nivel internacional por su pronta resolución, el que le siguió se ha convertido en el peor que padece esta nación africana y en el segundo mayor en número de casos del mundo, sólo por detrás del declarado en 2014 en África Occidental.
“Cada epidemia es un mundo y creo que es una trampa vincularla con otras”, explica en una entrevista con Efe Luis Encinas, experto sobre ébola de Médicos Sin Fronteras (MSF), quien destaca que controlar toda la cadena de transmisión es la “clave” para acabar con el brote.
La amenaza del ébola regresó a RDC el pasado 8 de mayo, con un primer brote en la provincia noroccidental de Ecuador, que dejó 33 muertos en 54 casos y que se dio por terminado el 24 de julio.
Sin embargo, el optimismo duró poco, con un segundo brote que estalló tan sólo ocho días después de que el ministro congoleño de Sanidad, Oly Ilunga, proclamase el fin de la anterior epidemia.
Con cifras vigentes hasta el 17 de diciembre, la actual epidemia ha causado 319 muertes, de las que 271 están corroboradas en el laboratorio y 48 son probables; así como un número casos que se sitúa en 542, de los cuales 494 están confirmados.
Desde el pasado 8 de agosto, cuando empezaron las vacunaciones, más de 48.700 personas han sido inoculadas, en su mayoría, en las ciudades de Beni, Katwa, Mabalako y Butembo.
Esta epidemia, pues, preocupa a expertos internacionales, ya que, según Encinas, “no está controlada”.
“En esta ocasión, los desafíos logísticos son muy grandes: con grupos armados desplegados en la zona y una alta densidad de población e inseguridad”, señala el experto, quien considera la situación “muy difícil”.
Además, el ébola sigue generando “miedo” entre los congoleños, ya que esta enfermedad está vinculada con la sangre y produce fiebre, cuestiones que todavía se relacionan en el país africano con la magia negra.
Ese temor genera preocupación entre los enfermos, quienes prefieren en ocasiones acudir a la medicina tradicional antes que ser tratados en el hospital.
El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo.
El experto de MSF denuncia que el sistema sanitario de RDC es “débil” y que tanto una buena formación de los profesionales de la salud y como un material efectivo son “fundamentales” para poner fin al brote.
“Es una pena que necesitemos que haya una persona infectada del primer mundo o de un país vecino para empezar a darle importancia”, lamenta Encinas.
La atención internacional se volcó en el ébola en marzo de 2014, cuando se declaró el brote más devastador a nivel global, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea-Conakri, país del que se expandió a Sierra Leona y Liberia.
Casi dos años después, en enero de 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de esta epidemia, en la que murieron 11.300 personas y más de 28.500 fueron contagiadas, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras.
Con un pronóstico pesimista por parte de organizaciones internacionales y expertos, el actual brote de ébola sigue azotando el noreste de RDC, un país que celebra este 23 de diciembre unas elecciones presidenciales decisivas, informa Efe.
Esta zona lleva años sumida en un largo conflicto alimentado por la presencia de un centenar de grupos armados rebeldes, lo que dificulta en gran medida el fin de la epidemia, la primera que tiene como epicentro un foco de violencia.