Foto: Anadolu
En la primera línea de combate contra la enfermedad están cientos de médicos, enfermeras y personal de salud que han tenido que enfrentar la escasez de medicamentos, la falta de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y hasta la falta de material para su propia seguridad.
La colombiana María Fernanda Solano Luque es médica adjunta en medicina interna y enfermedades infecciosas, y coordinadora del Programa de Tuberculosis en el Hospital de Mataró, en la provincia de Barcelona, y fue una de las primeras profesionales del centro hospitalario en atender a los pacientes de COVID-19.
En entrevista con la Agencia Anadolu, la médica cuenta cómo se han tenido que preparar sobre la marcha para atender a un creciente número de pacientes, el poco acceso que tienen a pruebas diagnósticas, así como la demanda emocional y personal que implica este trabajo.
¿Cómo ha sido su experiencia trabajando en el Hospital de Mataró en España, uno de los países más afectados por el COVID-19 en el mundo?
Al principio no teníamos la expectativa de tener tantos casos como los que se habían reportado en China, entonces empezamos abriendo una unidad con pocas camas. Allí estábamos un equipo para enfermedades infecciosas que éramos dos personas: una médica adjunta y yo, que visitaba a los pocos pacientes que iban ingresando. Eso fue a principios de marzo.
A medida que pasaron los días, los casos fueron creciendo exponencialmente. Tuvimos que comenzar a abrir las otras unidades del Hospital de Mataró, que son aproximadamente ocho. En este punto el 80% del hospital está atendiendo a los pacientes afectados por el coronavirus y solo el 20% está atendiendo a los pacientes con otras enfermedades.
La experiencia ha sido muy dura. Hemos trabajado muchas horas al día. A nivel de logística también hemos tenido que adecuarnos con los equipos de protección y encontrar que los pacientes se empeoran muy rápidamente. Gestionar toda la parte emocional también ha sido difícil.
¿Cómo ha hecho usted para lidiar con esa presión a nivel emocional y personal?
Es complicado porque uno realmente estudia medicina para ayudar, para tratar de sacar a todos los pacientes adelante, y seguimos con ese objetivo. También hay que tener en cuenta que la mayoría de médicos tenemos un entorno familiar, muchos somos padres y tenemos hijos que son chiquitos. Equilibrar la parte familiar con lo laboral es muy, muy difícil, porque trabajamos casi 12 horas diarias y cuando llegamos a la casa nuestro hijo prácticamente está dormido.
Otro tema difícil es no poder hablar directamente con los familiares de los pacientes que van mal: ir informando a todos los familiares lo mal que va el paciente, que puede ser su padre, que puede ser su hermano, por teléfono. Además, ver cómo esas personas mueren solas, en aislamiento, porque desafortunadamente nadie puede ir a acompañarlos. Es difícil. Es difícil gestionar todo porque se percibe la angustia de la persona que lo único que te dice es que la salves, que hagas lo máximo posible, pero ves que por más que le pongas la medicación, algunos van mal.
¿Cómo han vivido la escasez de elementos de protección para el personal médico?
Los casos fueron creciendo de manera tan exponencial que otros médicos que no eran internistas, como cardiólogos o de otras especialidades, tuvieron que ingresar a la zona de coronavirus. De repente la demanda de equipos de protección en toda España se disparó. Nos avisaban que, por ejemplo, las mascarillas de filtro, teníamos que ponerles otra mascarilla encima, para tratar de prolongar su utilidad. Pero eso sirve para uno o dos días.
Ha habido críticas hacia los gobiernos por no poder organizar rápidamente un sistema de compras centralizado para poder abastecer a los hospitales. ¿Cree que eso ha pasado en España?
Evidentemente. Aunque el gobierno quiera hacer lo mejor posible, la respuesta ha sido lenta. Realmente más se demoran llegando los insumos que nosotros en usarlos. La respuesta ha sido lenta, pero yo siento que ellos están intentando gestionarlo de la mejor manera posible. Sin embargo, sí se ha demorado y eso no se puede negar.
¿También han vivido escasez de medicamentos?
Sí. Al principio tuvimos que actualizar el protocolo de atención a los pacientes como cada tres días, porque cuando ya lo teníamos establecido se acababa la medicación. Eso fue una lucha constante. Ahora más o menos se tiene lo básico y lo que se cree que está funcionando, pero hay otra medicación, la necesaria para sedar a los pacientes que están entubados en la Unidad de Cuidados Intensivos, que es muy común, pero ahora se está acabando. Entonces para otros pacientes que lo necesitan para otros efectos no se les puede dar. Lo hemos gestionado solo para que los pacientes de la UCI puedan tener lo poco que hay. Como ese medicamento, hay muchos.
La información inicial era que el grupo vulnerable eran los adultos mayores, pero ahora estamos viendo que personas muy jóvenes también se ven seriamente afectadas por el COVID-19. ¿Cómo ha sido esa experiencia para usted?
Sí, al principio pensábamos que eran los mayores de 70 con factores de riesgo, y realmente es verdad que son los que van peor, pero nos hemos enfrentado desde el principio con que la gente joven, entre 30 y 50 años, también se pone muy mal y son los que hemos tenido que trasladar a la Unidad de Cuidados Intensivos.
Afortunadamente esos jóvenes que hemos podido trasladar a la UCI realmente logran superar la enfermedad. En el contexto del coronavirus se ha visto que, después de ingresar al paciente a la UCI, la inflamación se demora entre dos y tres semana en controlarse, más o menos. En esta semana precisamente estamos viendo la evolución de esta gente joven que ha tenido que estar entubada y realmente están saliendo bien.
Ha habido mucha controversia sobre las cifras de personas fallecidas y que podría haber un subregistro. ¿Cómo se realiza ese conteo en el Hospital de Mataró?
Nosotros tenemos un protocolo muy establecido donde cualquier paciente que llega con síntomas respiratorios y fiebre consideramos que tiene una infección por coronavirus hasta que no se demuestre lo contrario. Incluso antes de tener las pruebas de detección, si la sospecha clínica es alta, si los hallazgos en la radiografía se parecen a los de un coronavirus, los tratamos como si tuviera coronavirus. Si el paciente llegara a fallecer, sería como un paciente fallecido con una infección por coronavirus.
No conozco afuera del hospital cómo se está manejando el tipo de fallecimiento porque sé que hay muchas personas que están falleciendo en residencias geriátricas, que realmente no sé cómo están gestionando la causa de la muerte.
¿Qué recomendaciones les daría a los colombianos, que no estamos viviendo la crisis en las mismas proporciones que España?
Yo les digo que esto de quedarse en casa es serio y es realmente lo que va evitar que los casos aumenten de forma exponencial. Afortunadamente aquí en España tenemos un sistema sanitario que ha logrado gestionar las demandas de las personas que han sido afectadas por el coronavirus, pero conociendo cómo es Colombia, eso no va a ser posible allá. Esto no es una tontería, la gente se muere. Quedarse en casa no es para sufrir, es para salvar la vida o evitar quedar luego con una complicación a nivel pulmonar. Y nos puede pasar a cualquiera. Quedarse en casa es la única forma demostrada para disminuir los casos en China, en Italia y en España. Ya teniendo la experiencia de tres países lo más ilógico sería no cumplir con las normas que se están gestionado ahora en Colombia. Anadolu