En total se recogieron 10 toneladas de residuos, se plantaron 155 árboles y se recuperaron más de 3.800 metros cuadrados de zonas verdes.
El Parque Nacional Olaya Herrera, ubicado en el centro de Bogotá, reabrió sus puertas tras tres meses inmerso en un proceso de recuperación e intervención en el que participaron más de 25 entidades estatales después de décadas de descuido.
“El Parque Nacional renace”, celebró el alcalde de la capital, Carlos Fernando Galán, quien indicó que las autoridades seguirán “trabajando para restaurarlo hasta llegar a su estado original, respetando su valor histórico y natural”.
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“El parque estaba abandonado. Esto es una habilitación en una primera fase, pero la meta es hacer una intervención más de fondo con el Ministerio de Cultura y tomará más tiempo”, explicó Galán en una rueda de prensa, y detalló que trabajarán en la restauración de las pérgolas y de varios monumentos.
Por otro lado, Galán hizo “un llamado a la ciudadanía para que, juntos, lo cuidemos y mantengamos limpio. Este parque es parte de la riqueza cultural de nuestra ciudad”.
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Los bogotanos podrán volver a disfrutar del parque, ahora decorado de navidad, y su reapertura coincide con la celebración de la primera Novena de Aguinaldos a pocos días de esta festividad, informó la Alcaldía.
En total se recogieron 10 toneladas de residuos, se plantaron 155 árboles y se recuperaron más de 3.800 metros cuadrados de zonas verdes, entre otras intervenciones.
El parque
El Parque Nacional, cuya primera etapa constructiva se remonta a 1935, es un lugar “sumamente emblemático de la ciudad y también de la historia del país porque hay una serie de elementos representativos de las regiones de diferentes épocas”, entre ellos una fuente del siglo XVII que se encontraba originalmente en el claustro de Santo Domingo (en Cartagena de Indias), detalló el director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, Eduardo Mazuera.
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Sin embargo, “desde hace varias décadas hay sectores que no han recibido mantenimiento”, a lo que se sumó la ocupación de indígenas embera durante varios años intermitentemente y “claramente las condiciones se agravaron porque se hizo un uso muy fuerte del terreno, de la vegetación”, explicó Mazuera.
A eso se suma las afectaciones que ya arrastraba, como graffitis en los monumentos que “fueron anteriores a la ocupación indígena”.
“La invitación es a detenernos a reflexionar y sobre todo a investigar y enterarnos de los significados que hay en este lugar que nos permiten un mayor entendimiento y una mayor apropiación social hacia ese patrimonio cultural que está a la vista de todos y por lo mismo se encuentra vulnerable y está expuesto, pero si hay mayor conciencia seguramente podemos proteger”, concluyó Mazuera.
EFE