Gabriela Rodríguez Manzo, investigadora del Departamento de Farmacobiología del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Unidad Coapa, explicó que esto ocurre porque durante la eyaculación, el organismo libera de manera natural opioides endógenos.
Estas sustancias parecidas a la morfina funcionan contra el dolor, pero también tienen la capacidad de producir sensaciones placenteras, detalló la investigadora.
Esos opioides endógenos actúan en una región del cerebro conocida como el circuito de la recompensa, llamado así porque en él se procesan todas aquellas actividades que resultan placenteras y que suelen ser indispensables para la supervivencia, como la ingesta de alimento, la conducta maternal y la actividad sexual.
Actualmente se analizan los mecanismos moleculares por los cuales estas sustancias pudieran modificar el funcionamiento del circuito de la recompensa.
Uno de los hallazgos es que con la “primera vez” se produce un cambio en los receptores a los que se unen esos opioides, presentes en el área tegmental ventral, que es parte de este circuito.
En esta región ocurre una modificación definitiva en el número y distribución de estos receptores después de la primera experiencia sexual y, aunque experiencias posteriores también producen modificaciones, éstas son transitorias, es decir reversibles.
“El cambio importante se presenta entre el cerebro de un individuo que nunca ha experimentado la actividad sexual y el cerebro del que la experimentó por primera vez”, señaló Rodríguez Manzo.
Las consecuencias placenteras de esta conducta lo llevan a querer repetirla y así asegurar el futuro de la especie.Efe